Soy publicista de profesión, pero la serigrafía la llevo en la sangre.

En mi infancia, estuve rodeada por el mundo de las imprentas, donde mi abuelo paterno, Guillermo, era dueño de una en calle Grajales.
Luego con los años, tanto mi madre como mi padre, tíos y primos comenzaron a trabajar independientes en serigrafía artesanal, imprimiendo básicamente regalos publicitarios.

Era común rodearme de bastidores, tintas, secadores y ese particular olor a solvente que muchas veces se me impregnaba en la ropa.

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Desde niña quise aprender a imprimir con esta técnica y alrededor de los 14 años lo hice. Durante muchos años trabajé, básicamente para juntar dinero para mis vacaciones.